martes, 26 de febrero de 2013

Diálogo con Manuel Vicent en Sigueleyendo




Diálogo con Manuel Vicent, por Jordi Corominas i Julián 

Es viernes y he quedado para hablar con Manuel Vicent en torno a su última novela, El azar de la mujer rubia. ¿Quién es la blonda? Carmen Díez de Rivera, una de esas mujeres que a su manera construyeron la Historia de este despojo actual que conocemos como España. Hija natural del cuñadísimo Serrano Suñer, no supo de ello hasta que con 17 años se lo comunicaron para evitar que se casara con su hermano. Este inicio puede dar a suponer que su existencia fue un culebrón, y algo de ello hay si atendemos al importante número de personas con quien se relacionó, entre las que cabe destacar al Rey y Adolfo Suárez, verdadero protagonista de la trama, mezcla de novela y ensayo sobre los últimos treinta y cinco años de nuestro país.
A partir de la icónica foto de Suárez y Juan Carlos I paseando, Vicent se instala en la niebla desmemoriada del Presidente de la Transición y nos brinda un sugerente relato que, nunca mejor dicho, flota entre recuerdo fantasía, esperanza y desespero.

Al llegar al hotel veo a Vicent perdido, buscando a la jefa de prensa, que al mismo tiempo hace lo mismo en otro ángulo del Hall. Nos saludamos, vamos a una mesa circular y de ahí no nos moveremos en una hora, media de entrevista y media de charla que inevitablemente gira sobre la actualidad desde la política, el fútbol y algunos cambios de paradigma que a buen seguro nos sorprenderán. En fin, enciendo la grabadora.

Jordi Corominas i Julián: El libro, también por tu interés natural para con la Historia de España, enlaza con la actualidad porque hablas del punto que origina todo de una manera que quizás no quería terminar así. 

Manuel Vicent: Sucede que esta es una historia donde convierto los elementos de la Transición en ficción. Hubo un momento al principio de ese tiempo donde todas las fuerzas antagónicas, del franquismo a la clandestinidad, se pusieron de acuerdo para sacar lo más positivo para solucionar un problema y salir de la Dictadura. Han existido algunos momentos donde se ha dado por terminada la Transición, desde el golpe de Tejero hasta la victoria de Aznar pasando por la victoria socialista de 1982. Ahora estamos en un momento donde la Transición parece que no haya sucedido porque la política se ha vuelto tóxica.

Y no existe ninguna voluntad de cooperar para resolver el entuerto. 

Ni de escuchar ni de consenso, ni nada, sólo de tirarse las bolsas de basura encima, unos contra otros.

En este sentido un político como Suárez casi parece un milagro. 

Ahora mismo Suárez tiene todas las características del héroe romántico. Un político dotado de olfato a corta distancia. No se sabía muy bien hacia donde iba. Era un aventurero y un héroe traicionado por sus propios camaradas, un héroe que en el momento que tiene que dar la talla la dio, en el 23F, y no sólo porque no se tiró al suelo, sino más bien porque arriesgó el pellejo para ayudar a Gutiérrez Mellado. La guinda es que pierde la memoria, porque así se queda en la pura ficción.

El hecho de perder la memoria te ha ayudado muchísimo.

Exactamente, sería de mal gusto hablar de enfermedad, estúpido. Desde el punto de vista literario introduzco el bosque lácteo, la memoria perdida en que este héroe recuerda fragmentos de su pasado, fragmentos de los espectros que pueblan ese bosque y claro, todo eso es una materia de ficción a la que se incorporan personajes claves sobre un friso de personajes que va fluyendo donde destacan el que entonces era príncipe y luego rey, un político de provincias que será Presidente de gobierno y una mujer rubia que bascula entre los dos.

Y la mujer rubia juega un papel de parca, teje los hilos. 

Sí, porque es como ese elemento que desencadena un fenómeno político, como el efecto mariposa, en vez de un fenómeno atmosférico aquí es político y logra que un advenedizo sin experiencia democrático se ponga al frente de la aventura. Yo la conocí, viví en el parlamento como cronista, y ella pasaba por ahí alguna vez porque era jefe del gabinete de Suárez. Tenía belleza, un pasado y un aura melodrámatica que le dotaba de un aire extraño, pero a efectos políticos nadie la ponderaba demasiado. Los chismorreos, las maledicencias comentaban que era amante de Suárez y el Príncipe, pero eso no pasaba de un cotilleo malvado. En el libro esa posibilidad queda flotando.

Queda flotando, pero me parece normal expresarlo como lo haces, hablando claro, comentando entre comillas estos líos de faldas, nadie es un santo.

Una de las primeras reglas del arte es saber detenerse a tiempo, saber cuándo un cuadro está terminado o cuándo un artículo está terminado y no hay que insistir ni hurgar.



Un término medio.

Y sobre todo dejar que participe el lector en su propia imaginación, dejar suficiente espacio para que el lector pueda volar entre las líneas.

Obviamente sugiere. Cuando lo terminé pensé que en todo momento El azar de la mujer rubia nos da una sensación de novela, pero al mismo tiempo lo contemplo como una mezcla entre ensayo y novela.

Tendrá una parte de ensayo para quien recuerde aquellos tiempos, pero para la gente de tu generación será una novela histórica, como los Reyes Católicos o la Guerra del francés.

Al menos en mi casa sí que se hablaba de Suárez, soy de 1979 y recuerdo cosas, además me chifla la Historia.

Sí, pero de pequeño oirías hablar de Suárez en las sobremesas, y Franco era un señor que se había muerto.

Bueno, de Franco ya ni te cuento, si hasta en la escuela nos recordaban la fecha de su muerte en plan festivo.

Como a mí me contarían que murió Azaña u otro. Se le tiene presente, y además tiene un panteón faraónico a cincuenta quilómetros del Parlamento.

Presente o no, antes has hablado de bosque lácteo y memoria perdida. Probablemente uno de los grandes errores de nuestro tiempo es tender a un olvido instantáneo de la Historia.

La Historia es una máquina de picar carne y a la vez de olvidar, es todo lo contrario a lo que tendría que ser, incorporar el pasado para entender el presente y determinar el futuro. Ahora mismo el vivir es triturar el pasado para olvidarlo.

Y triturar el pasado es una perversión, porque nos da las herramientas necesarias para comprender. 
Eso es el manual, pero la gente está muy ocupada en sobrevivir.

Una cosa es sobrevivir, pero a ver. Iba a decir dejando de lado la política y no, eso es imposible. El libro plantea otro problema que es muy actual y consiste en cuestionar la Transición. 

Parecía ideal la Transición porque el tiempo la ha dorado. Aparcas las partes negativas de los recuerdos, como quien te cuenta la mili o La Guerra Civil como una época estupenda. El tiempo dora todas las cosas, y si el cerebro conservara el dolor sufrido en estado latente no se podría sobrevivir. Hasta la cosa más mediocre con el tiempo se convierte en nostalgia. Es como Lili Marleen, que en vez de llevarte a Auschwitz, de llevarte al horror de los hornos crematorios, te transporta a un mundo evanescente de una guerra con soldados y tintes románticos. Canciones españolas de una posguerra con una miseria cenicienta con mucha hambre ayudan a revivir la niñez. Esto es lo mismo en el momento vivido de la Transición. Había un aliento positivo. La primera vez en que se cruzan La Pasionaria y Fraga, que se hubieran matado, era tenso, dramático y literario. ¿Qué ocurre con ello ahora? Queda como un naipe.

Tal como lo narras son nuevos episodios nacionales. 

Exactamente, pero todo eso queda diluido en la memoria, y por lo tanto es nostálgico, la nostalgia del juguete nuestro, mío, el caballo de cartón, el triciclo. Proyectas toda la nostalgia del niño sobre esos juguetes, y hoy los niños de hoy cuando sean mayores la proyectarán sobre la PlayStation.

Será una reliquia. 

Por supuesto, reliquias llenas de nostalgias.

Pero aquí, hablando de la Transición, y no sólo desde la novela, el personaje Suárez es la única figura que puede seguir teniendo un peso coherente en el sentido de lo que hizo. En el libro se plasma desde su oportunismo, desde la ayuda de la mujer rubia, pero aún así es el único político de su tiempo que mantiene su solidez. 
Creo que pasado el tiempo, en las páginas de nuestra Historia, se concretarán dos o tres líneas de ese momento, y las dos figuras que quedarán serán Tejero y Suárez, porque hay imágenes indelebles de ambos. Un teniente casi de zarzuela y un político aguerrido, y eso es la Historia: quedarán como iconos.



¿Y el Rey?

¿Te acuerdas de que hizo Isabel II o Alfonso XIII? De ellos sólo quedan efemérides. En el caso que nos concierne creo que el Rey quedará muy diluido, sobre todo por el remate que puede tener esta Monarquía.
Los reyes en España quedan en el anecdotario.

A Juan Carlos I le pasó lo mismo que a Suárez, ambos vienen del franquismo, lo que pasa es que el 23F los legitimó a los dos. Suárez por otra parte fue una de las figuras más vilipendiadas del país. Aquí todos los que han querido torcer el río de la Historia- Azaña, Suárez, Felipe y Zapatero- han sido los políticos más denigrados, insultados. Ahora la derecha ensalza a Azaña, ya vimos que hacía Aznar. Suárez fue exaltado cuando ya no era peligroso, y ahora se le elogia por el problema que tiene, cuando muera será un exaltación.

Era un general della Rovere.

Cuando uno lee el libro y ve en su interior a Fraga y a Carrillo piensas en ellos como algo ya muy lejano, sobre todo lo digo desde su muerte, bastante reciente.

Además el Carrillo de los últimos años no es el de la peluca ni el de la primera legislatura. Fraga tampoco era ya el zapatones de Palomares y el que quiso entrar a saco en el Parlamento.

Y hasta con Fraga encontramos la lejanía por el lenguaje que usaba entonces, desfasado, anacrónico.
Exactamente.

Pero al mismo tiempo, y te lo digo como persona de mi generación, como todo se ha acelerado una de las sensaciones que transmite el libro es la acuciante necesidad de dar un cambio de timón a la Historia de España.

Todo está tan tóxico, tan degradado que se ve imposible un pacto para cambiar las cosas. El concepto republicano de considerar la existencia de adversarios que pueden ser amigos se cambió al de vencedores y vencidos, que es muy africanista. En la Transición volvió el concepto de adversario como amigo, pero a partir de la segunda legislatura de Aznar volvimos a la confrontación total.

Y una de las claves simbólicas del libro es esa barbaridad de boda en El Escorial de Anita Aznar y Alejandro Agag. 

Eso ya funciona como un esperpento que anuncia un apocalipsis. En esa boda, tanto por un sitio como por el otro, porque hay un banquete bifronte, suenan fragmentos del apocalipsis del séptimo sello. Ya teníamos las torres gemelas, la Segunda Guerra del Golfo y varios instantes históricos que nos han llevado hasta este punto.

Tiene un aire a fresco goyesco. 

En ese sentido está escrito.

Entre Valle-Inclán y Goya, porque esa boda condensa toda la ridiculez a la que hemos llegado. 

Exactamente, es que casarse en El Escorial… Fue un desfile por esa explanada de granito de todos los personajes del drama que estaba por venir, están todos. 

Están todos y conjugan la Historia de España desde la muerte de Franco. 

Es imposible ver un desfile más esperpéntico que ese, con Correa, el Bigotes, Berlusconi y los demás. No te lo crees, te preguntas quién hizo ese montaje.

Y la relativa normalidad con que se asumía.

Y después Agag sobradísimo saliendo de un todoterreno conducido por él mismo en mangas de camisa, su suéter amarillo y poniéndose el chaqué, llegó en cazadora. Luego está la cosa de Aznar que hace esperar al Rey un cuarto de hora, como marcando territorio.

España como cortijo, ya lo dijo Montalbán antes de morir, La Aznaridad. 

Manolo no vio la boda, pero sí que era el colofón. La boda fue el gafe en que entró este país.

Sintetiza nuestra demencia. 

Estaban todos, desde el socialista amaestrado hasta el sindicalista de turno.

En el libro muestras la boda como un acontecimiento histórico, y luego saltas al tiempo presente hablando de la rubia feliz porque tiene tres contratos temporales, pero al mismo tiempo tiene miedo porque hay diez chicas con las piernas más largas que aceptan cobrar menos. 

Niña de familia bien, le han puesto un disfraz de Pato Donald para que vaya en patinete por un centro comercial, y la familia está contenta, alucinante.

La Historia a partir de eso queda muy apartada, desde lo absurdo del presente.

Al principio del relato está la metáfora de Los Ángeles de San Rafael, esa tragedia del restaurante con más de quinientos muertos, con Suárez salvando a la gente en plena desgracia. Esto encaja con el estallido de la burbuja inmobiliaria.

Jesús Gil como elemento que convierte la novela en circular, desde lo de Los Ángeles de San Rafael hasta su carrera, que sintetiza todo lo grotesco de este país: franquismo, fútbol, pelotazos inmobiliarios, telebasura y política de República bananera. 

Gil en la novela funciona como el constructor. En la telebasura tampoco es determinante, se puso en la bañera llena de tías y ya está. Luego le dio por fundar un partido, pero lo menciono muy de pasada. Sobre todo juega el papel de cómo consiguió hacerse rico, con esa anécdota de la calle Montera. Ahora a lo mejor lo salvaban las prostitutas.



La mujer rubia está presente y en la sombra, y desde ella también se entra en otra cuestión: hace tiempo que España no rige sus destinos. 

Desde la Segunda Guerra Mundial comprobamos como muchas decisiones son continuos efectos mariposa. En este caso pasa exactamente lo mismo. Esta mujer flota en la novela, y es lógico que, siendo amiga de los jóvenes que se entienden bien y se conocen cuando nadie daba un duro por ellos, ella mueva un poco las cartas.

La esencia de Suárez es abismal. ¿Lo actual va más allá del abismo?

No lo sé, porque no soy un profeta y estos tampoco han acertado nunca nada.

¿Qué dirías desde tu experiencia? Siempre, en este caso, desde las ideas de la novela. 

En la novela Suárez se mete en su propio bosque e intuye muchos peligros, que son los que vemos ahora mismo. Cada telediario es como una ruleta. El crupier hecha a rodar la bola y se mueve el universo. Ahora con los informativos te esperas todo, te lo crees todo, puede pasar cualquier cosa y la atmósfera está tan cargada que cualquier chispa puede provocar una explosión.

El 16 de julio del 36 la gente se iba a veranear. En Sarajevo, un lugar mucho más civilizado que España, gente que la semana anterior se pedía el perejil en las casas al cabo de unos días se sacaban los ojos con un tenedor. Soy aficionado a los documentales de La 2, y ahora estos se parecen a los telediarios, no hay solución de continuidad. Por supuesto que no hay que ir por eso lado irracional, pero luego piensas en los alemanes, pueblo que nos regaló la novena de Beethoven, pero que aún así sacaban el pelo a los judíos para hacer alfombras. Ese pueblo nos dio la filosofía romántica e inventó el universo de los campos. Hablamos de un bicho muy raro.

Nos quedamos con la duda del futuro.

Si a media tarde pones la tele y ves el rótulo de avance informativo espera lo peor.







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