Diálogo
con Fernando León de Aranoa, por Jordi Corominas i Julián
Es
miércoles por la mañana. He quedado con Fernando León de Aranoa, director de
cine que acaba de publicar su primera obra de ficción. Aquí yacen dragones es
su título, y proviene de una antigua expresión relativa a los límites geográficos
que el ser humano no se aventuraba a traspasar. En esas zonas sólo quedaba
terreno para la imaginación, y desde esa base el cineasta de Los lunes al sol
se moja e inventa desde la realidad infinitas posibilidades que normalmente no
planteamos. Más de un centenar de historias nutren su libro entre cotidianidad,
espacios, política, amor, desamor y unas líneas que pese a la diversidad de lo
contado convergen en un todo sólido a degustar con lentitud.
Quien
escribe estas palabras no siguió los consejos de la introducción y devoró el
volumen con avidez, algo que atribuyo a su calidad y a la lógica
profesionalidad que uno adquiere si tiene que entrevistar a un autor. No puedes
ir con los deberes a medio hacer, eso es criminal.
Llegó
a la céntrica librería Laie, subo al piso de arriba y no hay nadie. Pienso en
que me he equivocado de librería, llamo a la jefa de prensa de Seix Barral y no
contesta mi llamada. Al cabo de dos segundos una figura alta y reconocible aparece.
Es Fernando. Nos damos la mano, nos sentamos en una mesa, intercambiamos cuatro
impresiones y bueno, ya sabéis, cómo va esto. Enciendo la grabadora.
Jordi
Corominas i Julián: Quien no conozca los entresijos de Aquí yacen dragones
puede sorprenderse por dos cosas: la gran cantidad de cuentos y su unidad
final. Está muy bien estructurado. Cuéntame un poco del proceso de creación del
libro.
Fernando
León de Aranoa: Surge de una manera muy natural. Ha sido un proceso muy
progresivo. Siempre he escrito cuentos, pero la vida me llevó a la escritura de
guiones y me centré en el cine, son caminos por los que te lleva la vida. En
estos últimos diez doce años hacía películas, pero en tiempos muertos, viajes y
otras circunstancias tomé notas, escribí estos cuentos y luego les conferí una
unidad.
Es
una forma de escribir historias muy de cineasta. En ocasiones parece que en
cada cuento se esconda la posibilidad de un proyecto.
Hay
algunos que sí, si los estiras y revuelves existe la posibilidad de una película,
pero no en todos.
En
tus películas eres un cineasta comprometido con la realidad. En la introducción
dices que no te olvidas de ella, pero quieres penetrar en los terrenos de la
imaginación.
Sí,
pero quizá para explicar la realidad, la realidad más cotidiana y prosaica,
intentando indagar en nuestro comportamiento: cómo tomamos las decisiones y cómo
adquirimos compromisos con nuestra conciencia. Intenté explicarlo de una manera
fantástica e imaginativa.
Si
uno lee el libro se sorprende porque al principio hay muchas pérdidas, desde
palabras hasta objetos, pero todas están basadas en una óptica cotidiana.
Sí,
siempre se cuentan desde un lugar cercano, he buscado imágenes y personajes que
me ayuden a explicarme.
Hay
partes que se van enlazando muy sutilmente entre ellas.
Ése
es un juego que me apetecía mucho, que no fuera un simple contenedor de
historias. En la parte final del proceso, los últimos cuatro años, he eliminado
muchos cuentos y he procurado dar una unidad al conjunto. Era como si tirara
pasadizos subterráneos entre cuentos por los que un personaje se pierde y reaparece más tarde en la lectura…
Pienso
en el personaje de Eusebio, que se pierde en los cuentos.
Sí,
es el más claro. Recorre tres cuentos.
Es
un símbolo en cierto punto, porque al surcar toda la superficie del tejido
textual parece que viva en él.
Su
aparición en tres cuentos es una reminiscencia de las películas, de la
estructura en tres actos. Deambula por el libro.
También
se entrelazan los enamorados, hay una continuidad del amor.
Y del
desamor.
Y
el amor que aparece es muy fuerte.
Eso
lo da la medida del cuento.
¿Por
su brevedad se vuelve más intenso?
Hay
un ejercicio de vehemencia en cada una de las historias, pero no sólo en las
románticas, también en las políticas, por ejemplo. La forma te obliga a perder
matices para obligarte a hacer un ejercicio más expresivo y más vehemente que
consiga imágenes más radicales. Me viene a la cabeza la historia de La caja
negra.
Y
la caja negra es una metáfora muy cierta en relación a los sentimientos.
Uno
siempre se pregunta cómo seria el registro de las conversaciones de pareja,
sobre todo en la ruptura, algo horrible.
O
bien recuerdas mucho, o bien olvidas muy pronto, por conveniencia, por lo que
decías de los archivos que tiene el cerebro, que privilegiamos y descartamos.
Sí,
en el cuento de los recuerdos. La memoria es una subjetividad maravillosa.
Y
luego la brevedad lleva a una profusión de imágenes que el lector alcanza a
ver. ¿Piensas más en imágenes o en palabras?
Difícil
pregunta. En los guiones sin duda, porque escribes y visualizas la narración,
adelantas cómo la contarás después con la cámara, aunque sea una mera
conversación. En este caso concreto muchas de las historias contienen imágenes
chocantes e interesantes, como un cementerio de boxeadores. De todos modos creo
que aquí me he dejado arrastrar más por las palabras.
Los
boxeadores tienen una presencia importante, también los asesinos.
Yo
creo que al final uno de los efectos de una escritura prolongada es que
aparezcan constantes que a lo largo de doce años han estado presentes. Como el
boxeo o los mapas, que al fin y al cabo son manías y fobias. También lo
posibilita el hecho de haber escrito así el libro, que es muy intuitivo, con
cosas que iban surgiendo, anotaba y me olvidaba de ellas.
La
brevedad, esta sería su segunda vertiente, te lleva a acotar mucho el lenguaje,
como por otra parte vemos en el cuento dedicado a los poetas, que con
trescientas palabras deben defender el léxico, son unos héroes de las palabras,
sus defensores.
Sí,
montan una barricada y las defienden. Por eso ese cuento es el primero del
libro.
Y
con pocas palabras tienes que decir mucho.
Por
eso el primer cuento es clave. Es una defensa de las palabras en el sentido
evidente de respetar su significado. Es una reacción al ver cómo se las
retuerce hasta hacerlas significar algo distinto de lo que significa. Cuando
ves que las tergiversan te escandalizas, es de las cosas que más me indigna. Te
quieren vender una macrociudad de juego y dicen que va a ser el centro mundial
de las convenciones.
Como
Cospedal hablando del aumento de sueldo de Rajoy…
Sí,
es impresionante. Ves un rato de televisión y aparecen catorce manipulaciones
porque han decidido hacer con ellas lo que quieren. Más que un asesinato es una
violación.
Los
políticos ahora manosean la palabra regeneración, que me hace pensar en
Unamuno, pero si la usan Rosa Díez y Esperanza Aguirre te das cuenta de la
perversión con que manipulan las palabras, las deforman hasta límites
intolerables.
En
el discurso político el hecho es clamoroso. Luego la manipulación existe a
muchos otros niveles, siempre subordinadas al uso de un discurso interesado.
Foto: Elena Blanco Benito
Y
aquí usas una economía del lenguaje muy potente.
Me
vuelven loco las palabras, el lenguaje es el mejor invento. El formato del
libro me ha obligado a destilar las palabras, a acotarlas, a buscar una precisión.
El último cuento del libro, El diagnóstico, menciona la idea de las palabras
como pequeños milagros, idea que se enlaza con el cuento inicial y la barricada
de vocablos.
Se
nota que las mimas. ¿Qué función tienen los aforismos en el conjunto? ¿Los
usaste como bisagra entre partes? Da la sensación que te guían de una parte a
otra.
Eso
surgió más en la ordenación, son articulaciones que van de un cuento a otro.
Funciona y se ve claramente en el cuento de la vaca que ríe, que supone un tránsito
más suave después de un cuento cruel. ¿De qué narices se ríe la vaca que ríe?
Luego
he percibido una obsesión por el espacio. Haces taxonomía del espacio en función
de cómo incide en las personas.
Hay
algunos cuentos que tienen que ver con espacios, algunos imaginarios y otros
reales. Algunos existen, aunque siempre les añadí una tuerca de ficción.
Espacios
que alegran, que entristecen y hasta no lugares, que aquí no inspiran lamento
porque hablas de las chicas del aeropuerto.
Quien
lo cuenta disfruta del carácter especial del lugar, veo su lado positivo. ¿Qué
hacen las chicas del aeropuerto?
Y
es captar cosas del día a día que son constantes y se integran dentro de una pasmosa
normalidad, pero que la mayoría de la gente juzgará absurdas.
Es
cierto. Encontrar en lo más normal una explicación mágica, no en un sentido de
bella, suelen ser subterráneas u oscuras, explicaciones que terminan dando
claves sobre la lógica de lugares o personas.
Algunos
de los cuentos tienen una cierta esencia felliniana desde lo absurdo de lo
cotidiano.
¿Te
parece?
Sí,
mucho.
Soy
muy fan de Fellini, y además sus primeras películas son muy realistas, como Las
noches de Cabiria. Luego se va hacia un surrealismo que le hace grande y
famoso.
El
libro también tiene un punto político que se expresa sutilmente, sin una
contundencia directa, pienso en el cómico que es el doble del presidente.
El
libro tiene muchas almas. Ese cuento tenía dos finales que eran
contradictorios. Me pareció interesante como juego escribir los dos. Luego me
lo pensé y aposté por añadir un cuento idéntico y que, más tarde, en su segunda
mitad varia. La estructura del libro me lo permitía.
Hay
más cuentos idénticos. ¿Con qué intención los añadiste al conjunto?
Se
habla de un cuento que se repite dos veces en el mismo libro, que en realidad
es Aquí yacen dragones. Me gustaba que alguno de los cuentos apelaran al
instante de la lectura, para romper la dimensión de la página y meterle más en
la lectura. Con menos cuentos carecería de sentido, pero al tener ciento y pico
piezas pensé que podía resultar estimulante.
Al
ver la repetición entendí lo que dices. ¿Te sientes más libre con la literatura
o con el cine?
Seguramente
aquí, desde lo formal. Lo he hecho desde un lado más inconsciente. El cine
tiene el peso de la producción y lo que arrastra. Aquí no arrastraba a nadie.
En el cine compartes tu trabajo con una barbaridad de personas durante dos años.
Aquí estaba solo.
Una
especie de trabajo de introspección.
Claro,
además los tiempos del cine te permiten reelaborar más la historia porque
convives con ella durante años. Tienes que reinventar tu pasión, tiene que
convencer a personas de que vale la pena. Es un esfuerzo mayúsculo. Las películas
se reescriben y las racionalizas. Hasta he cambiado de opinión en pleno rodaje
de una película. Aquí, con los cuentos, influye su condición de disparos. He
modulado menos mi discurso y lo he disfrutado más, es algo más íntimo.
Volviendo
a la política creo que tú la expresas mediante tus obras, hablando de las cosas
normales, que siempre tienen un componente político.
Soy
muy pudoroso, y no va conmigo hacer declaraciones ni manifestarme con
contundencia. Cuento lo que opino de las cosas a través de mi trabajo, que es
para lo que sirve.
Foto: Elena Blanco Benito
Pienso
en Barrio, Princesas y algunos cuentos y elaboran una crítica mucho más fuerte
que un grito en una entrega de premios.
Me
alegra que lo pienses. Dos líneas de un cuento que dejan un poso tienen más
fuerza que ciertos discursos. Me parece la manera más elegante y eficaz, ante
discursos frontales tiendo a bajar la persiana. El cuento de los libros que
eligen a sus lectores menciona que los panfletos eligen a sus convencidos.
Este
tipo de perspectiva en nuestros tiempos va camino de ser anómala. Si no se
puede expresar el malestar a través de la obra significa que algo no va bien.
No
hay que imponer el discurso intelectual al emocional. El canal de entrada de
las historias en nuestro cuerpo es emocional, es difícil que sólo penetre
intelectualmente.
En
lo cotidiano ya de por sí hay muchos elementos que respiran política, no la
tienes que mencionar directamente: está ahí.
Volvemos
al cuento de las palabras. A algunas se las escolta. Eso ya tiene un sentido político,
o la imagen de los guardianes de los vertederos, la lógica de alguien que
defiende la basura.
Después
de los vertederos saltas a los terratenientes.
Son
asociaciones, un aforismo cuestiona al cuento anterior o lo refuerza, dándole
otro ángulo.
Alguien
te habrá hablado de los microrrelatos. Me parece balien Thar juntar un libro de
microrrelatos y buscar una unidad.
Tienen
un origen y un destino. Hace cuatro o cinco años apareció el título del libro y
empecé a descartar cuentos que no encajaban y añadí otros. No buscaba un
microrrelato perfecto, me interesaba la unidad del conjunto.
Antes
de encender la grabadora me has hablado de un proceso largo, más de una década
de trabajo.
Las
piezas breves siempre han existido. En mi caso me lo he tomado de manera muy
artesanal, de ahí el tiempo transcurrido.
¿Y
no te animas a escribir una novela?
Animarme
sí, estoy animado, me gustaría mucho. Es un plan que tengo desde hace tiempo y
que en algún momento espero cumplir.
¿Y
la llevarás al cine?
La
pienso independientemente. Tengo la intención de hacer una película pronto, y
eso dificulta la idea de escribir una novela por ahora, que por otra parte es
algo que me impone mucho respeto. Tengo un par de ideas, y siempre terminan por
salir.
¿Y
la poesía? Hay fragmentos de Aquí yacen dragones que son muy líricos.
Soy
mejor lector de poesía que poeta. Lo he intentado, y debo reconocer que fue un
fracaso. (risas)
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