Diálogo con Mathias Enard, por
Jordi Corominas i Julián
Conozco
la obra de Mathias Enard desde Zona, y en ella intuí a un narrador que más allá
de la prosa sabe introducir ideas que son de su tiempo y saben ir más allá. Por
eso cogí su última novela, Calle de los ladrones, con ganas, que se
incrementaron cuando descubrí que el titulo se relaciona con una de las vías
más turbulentas de mi ciudad, llena de putas, drogadictos e inmigrantes que
malviven en pleno centro de la ciudad, en el Chino que ahora al Ayuntamiento le
ha dado por llamar Raval por eso de incrementar el turismo y potenciar el
parque temático.
Enard
es inteligente y ha construido una pequeña gran historia mediterránea de
nuestra época, de Marruecos a Barcelona, de las revueltas árabes a la crisis
europea. Llegué puntual a la cita, y llevo tanto trabajo encima estas últimas
semanas que pensé haberme equivocado de lugar. Nadie me esperaba y la calle,
bien cercana a los escenarios de la novela, estaba desierta, muy de lunes por
la mañana.
Finalmente
apareció Mathias junto a la jefa de prensa. Hablamos un rato en catalán,
mareamos la perdiz en busca de una mesa aislada para que no nos molestara el
sonido ambiente y, como siempre, encendí la grabadora.
Jordi Corominas i Julián: Leí
Habladles de batallas, de reyes y elefantes y al leer Calle de los ladrones
entendí que tienes una preocupación muy fuerte en torno a la relación
Occidente-Oriente y viceversa.
Mathias
Enard: Es una de las grandes preguntas del mundo de hoy, si las relaciones
entre el mundo islámico con la Europa Cristiana pueden prosperar y avanzar
hacia otras sendas.
¿La idea del libro te vino por la
primavera árabe o ya tenías un plan de ruta trazado con anterioridad?
Es
un cruce de varias cosas. Hacía tiempo que quería escribir una novela
policíaca, de aventuras e iniciación, una mezcla entre El guardián en el
centeno y una novela de Vázquez Montalbán. Cuando estallaron las revueltas
árabes me interesó mucho el tema. Pasé meses siguiendo todo por internet y
empecé a escribir esta novela, que toma como marco la actualidad de los
acontecimientos más recientes.
A partir de los movimientos del
personaje cubres todo el arco mediterráneo de la crisis.
Hay
esta coincidencia espacio temporal de las revueltas árabes con el brote
indignado, reivindicaciones callejeras que en ambos casos tienen que ver con la
crisis.
Hablas de Montalbán y de la novela
negra. Por una parte el libro me recuerda mucho, de manera más interiorizada, a
Partir de Tahar Ben Jelloum y también a una especie de resituación de Giacomo
Casanova en el siglo XXI.
Ese
es un aspecto de la novela extraño, pero me hizo gracia. Quería recuperarlo en
varios aspectos, y creo que es el representante de Europa, de las ideas, de una
Europa sin fronteras en una época bastante dura, de hecho acaba en la cárcel
varias veces.
Una de ellas fue la Ciutadella de
Barcelona. Obviamente tu novela también evoca a Genet.
Claro,
por el título, el diario de un ladrón, que lo medio escondí. El narrador no
podía asumir todo porque es muy joven, no podía ponerle todas mis lecturas, me
tuve que limitar a coincidencias sin hacer menciones directas.
¿Qué elementos te interesaba
remarcar de Lakhdar, el protagonista? Lo digo porque es un personaje símbolo.
Detrás
del narrador hay muchos personajes reales, que conocí aquí y en Tanger. Me
contaron de su vida y sus historias, lo que me permitió definir mejor el marco
general de Lakhdar, como se mueven y como ven el mundo. Lo importante era estar
atento. Es un personaje extraordinario, en el sentido original de la palabra:
fuera de lo normal, pero no podía darle todas mis lecturas, había que apostar
por otro camino.
Pero metes tus inputs a partir de
su evolución. Él, pese a todos los problemas que tiene, no deja de ser un
personaje muy positivo.
Exacto,
muy positivo, quizás el más positivo de todos mis personajes.
Y tiene la voluntad de intentar
conjugar Oriente y Occidente.
Él
no ve en ningún momento la contradicción, pero es que no la hay.
Exacto. Ve la mezcla de culturas
como algo rico que puede proporcionarle cultura y aprendizaje, pero tiene como
primer punto de choque la familia…
Choca
con las costumbres, el lado más duro de las convenciones sociales. El honor de
la familia es rígido. Lo rechazan, y esa patada en el culo lo lleva rodando
hasta Barcelona, la negación le provoca una energía para irse.
Como segundo punto tenemos el
fanatismo islámico de su mejor amigo, que enlaza con toda esta problemática,
tan propia del principio del siglo XXI.
Es
uno de los temas más delicados, y me gusta que hayan dicho que lo traté de
manera justa.
Muchas veces es un riesgo tratar
este tema por el peligro de caer en la exageración y tú lo abordas sin caer en
tópicos.
La
distancia entre la violencia y la simple política es siempre borrosa. No
entendemos si esa gente actuará, ni cómo. A ese nivel el libro intenta ser
realista, muestra el funcionamiento de esta gente.
A partir del islamismo vemos, como
quien dice, la verdadera chispa de las revueltas árabes, que tienen tantos
matices que es importante mostrar todos, sin excepciones.
Una
revuelta es complicada de analizar, hay muchas cosas que fluyen ahí, también el
lado más fuerte del islamismo radical, porque se pasaron décadas en la
clandestinidad. Salieron a la luz en las revueltas árabes, pero eso es algo que
todo el mundo sabía.
Lakhdar ocupa el puesto de librero
de un centro islámico, cargo en el que se percibe su impotencia.
Más
bien su encerramiento. Su recorrido va de encierro en encierro. Es un viaje,
pero siempre acaba encerrado.
Como si su destino fueran las
cápsulas.
Exacto,
de la mezquita librería transita hasta su ordenador, luego en el barco, el
hotel… cada encierro es un símbolo.
En la mezquita tiene el golpe de
suerte del hombre que le hace transcribir los textos, y ahí empiezas a jugar
con los verdaderos significados simbólicos de la novela.
Sí,
hay una parte simbólica que se vuelve siempre más importante.
Los muertos de la Primera Guerra
Mundial, Giacomo Casanova…
Ese
lado simbólico se traslada también a los personajes mismos, que se vuelven
símbolos de lo que es el ser en general, y pienso en Basam, que casi desaparece
en la realidad por ser el símbolo del lado oscuro de cada uno.
Y con los muertos de la Primera
Guerra Mundial se remarca de manera indirecta la inocencia de estos muertos,
enviados a la muerte de manera absurda.
Si
tú lo ves así, imagínate desde el otro lado del Mediterráneo. Murieron muchos
de ellos. ¿Qué tenían que ver? Absolutamente nada. Todos los argelinos o
senegaleses que murieron en la Primera Guerra Mundial…
Es algo que me hizo pensar mucho.
Lakhdar transcribe muertos.
Me
fascinó la idea de saber que hay gente que se dedica a transcribir esto, es
increíble, pero real. Estas empresas no están en Marruecos, suelen ubicarse en
Madagascar. Pasan a máquina libros y datos enteros.
Un trabajo que suele ser
inimaginable.
Sí,
pensamos que lo hacen máquinas, pero no, es trabajo humano.
Es como pensar en quien envasa los
pollos del supermercado.
Es
exactamente lo mismo.
Además, mientras muestras el
recorrido de Lakhdar, plasmas los diferentes tipos de explotación de la
globalización.
Un
proletariado totalmente explotado por estas empresas, que suelen ubicarse en
zonas francas para no pagar impuestas, nuevas formas económicas que funcionan
hoy en día.
Y Tànger para un europeo huele a
ideal de bohemia multicultural, pero al protagonista le llega la esperanza por
la mujer occidental.
El
sueño de la mujer occidental es muy real, también la esperanza que eso pueda
cambiar una vida. La Judith que sale en el libro existe, en el sentido que
podría ser uy bien una estudiante
cualquiera de la universidad. Enviamos gente a la facultad de traducción del
Rey Fahd. Una doble curiosidad, otra vez Oriente-Occidente.
La libertad.
Para
ella es la libertad del viaje, conocer el objeto de sus estudios, algo que
también es muy importante.
Y para él es la posibilidad de
cruzar el estrecho y tener algo que valga la pena y refuerce la idea de
Occidente como algo bueno.
Él
al principio no piensa en emigrar, ve Tánger como su mundo, ve lo occidental
como algo mágico, y sabe que en España la vida no es fácil, tiene acceso a la
televisión española y de hecho casi ve Europa con sus ojos, está muy cerca.
Muy cerca y muy lejos, eso es parte
del juego. Otro símbolo son los barcos que vienen y van, con sus tripulantes
casi imposibilitados para pisar tierra.
Cuando
hay huelga los trabajadores pueden pisar suelo extranjero, pero no pueden
adentrarse en el país por la cuestión del visado.
Quedarse en el limbo.
Quedarse
entre dos lugares, lo imaginé así. Además llega a la muerte, y a la muerte se
llega en barco.
Caronte. Llega a la muerte y vuelve
a encerrarse. Su lucha genera un delirio de incomprensión. Llega a España y se
encuentra con Cruz, un personaje que vive por y para la muerte.
Un
personaje muy inquietante. Es casi mitológico. Se podría analizar el libro como
algo bastante muy importante para mí, que es la relación con la mitología. Al
fin y al cabo las novelas son actualizaciones de los mitos, como el personaje
de Kurtz de Conrad, que aparece en la cita inicial, es un gran mito, está en el
barco y la selva es como el reino de la muerte.
Cruz como Kurtz.
Exacto.
El destino de Lakhdar es Barcelona,
ciudad que resume muy bien gran parte de las problemáticas de nuestro tiempo.
Perfectamente,
porque Barcelona es muchas cosas a la vez. Es la capital de Cataluña, pero
también una gran ciudad española, un puerto mediterráneo, un centro turístico y
al mismo tiempo una ciudad europea por la creación. Estas identidades múltiples
se corresponden unas con otras, no se superponen del todo. Lo que ve el
protagonista es una ciudad que se tambalea entre su lado más turístico, otro
más de mediterráneo pobre y otro más europeo con símbolos como la Torre Agbar,
que casi encuentra ofensiva.
Me parece interesante, por una
cuestión de narrativa reciente, observar como hay una cierta incapacidad de
reflejar la crisis, pero con unos ojos extranjeros sí se logra esa objetividad.
Ésa
es una de las ideas fundamentales del libro. Siempre necesitamos a un viajero
para entender mejor donde estamos, y utilizo estos ojos sobre Barcelona porque
son cercanos pero mantienen la distancia.
Él sabe discernir a la perfección,
pero no deja de ser un chaval de veinte años bastante ingenuo, con lo cual
cuenta las cosas de manera más simple, y por lo tanto más comprensibles al
lector.
Es
la ventaja del veinteañero joven y extranjero, su juventud hace que cuente las
cosas tal como las ve.
La calle donde vive es el infierno
en Barcelona. Lakhdar circula por la ciudad y observamos sus varios
compartimentos.
Que
no comunican casi nunca de hecho. Ahora se han creado zonas que casi no
pertenecen a la misma ciudad. La Rambla es un no lugar, con pakistaníes que te
venden chorradas y turistas que acuden a despedidas de soltero, absurdos.
Judith vive en Gracia y le da
pereza bajar al centro de la ciudad, notas el contraste entre lo burgués progre
y los bajos fondos.
Eso
ha cambiado en los últimos años, pero muy poco. Siempre parece que putas y
drogatas siempre que vayan a desaparecer, pero no ocurre.
Eso se ve en Caligrafía de los
sueños de Marsé. Aparece la Calle de Robadors y se aporta el dato que la
prostitución existe en la zona desde hace trescientos años, es una realidad
física y simbólica de Barcelona.
Sí,
es cierto. Ahora han puesto la Filmoteca en el Raval para contagiar el barrio
de espíritu burgués, lo mismo con el Hotel Barceló, de cuatro estrellas, para
ver si el dinero genera dinero, es un juego de urbanistas en un mundo perfecto,
como si los ciudadanos fuéramos legos.
Hasta querían dejar las fachadas
tal cual y reformar los interiores para gentrificar la zona.
El
Raval ha cambiado mucho en los últimos veinte años, de forma brutal, pero no
deja de basarse en lo que siempre le ha caracterizado: inmigración,
prostitución y crimen.
Lakhdar siempre tiene miedo cuando
pasea. Tiene miedo a que le vean, pero ignora que es ignorado.
Hay
un tema que no trato en exceso en el libro, que es el racismo. Él es
transparente, no lo ve nadie, por lo tanto no puede estar sujeto al racismo. No
es desprecio, es ignorancia.
Y al mismo tiempo esta ignorancia
se complementa, a partir de la Judith que vemos en Barcelona, con el hecho de
ser ignorado por una sociedad que está completamente enferma.
La
enfermedad de Judith es simbólica, como la sociedad catalana desarrolla una
especie de virus, y tiene que ver con la ciudad, y con el aspecto mítico que
comentábamos antes. El libro, si bien está compuesto sobre la actualidad, tira
hacia otra dimensión, que es más atemporal.
De todos modos da la sensación,
tanto por la progresiva paranoia del protagonista como por la enfermedad de
Judith, que retratas un presente sin esperanza.
También
hay esperanza hasta en la muerte de Basam, es liberarse de un yo oculto, de una
de las caras de la misma moneda. Es asesinar el lado oscuro, y en este aspecto
hay liberación, vira hacia un encierro más liberado.
Así como En Habladles de batallas,
de reyes y elefantes Michelangelo va a Estambul y se topa con la imposibilidad
de construir el puente que le han encargado, aquí vemos que Lakhdar tampoco
puede erigir el suyo por otros motivos.
Es
muy interesante lo que dices porque no le había pensado en absoluto. Son
novelas opuestas porque son simétricas. Novela histórica versus novela actual,
pero se parecen mucho en el hecho que ambas cuentan un viaje que supone
enfrentarse a la alteridad e intentar cruzar el famoso puente y no lograrlo.
El puente se queda en un proyecto.
Hay
la intención del puente, pero la realidad es otra cosa.
No es por los protagonistas que no
se construye el puente, más bien el fracaso es por las circunstancias que les
rodean. Son víctimas del contexto.
Sea
de un lado o de otro están fuera de juego, no deciden, no tienen una sociedad
que los acoja plenamente y les permita desarrollarse y vivir como quieren.
Lakhdar no es nadie en Marruecos y en España tampoco, porque no tiene ni
trabajo ni papeles, está siempre en un limbo.
¿Y cómo tenderías ese puente en la
realidad?
Por
otro lado creo que la imagen que tenemos de la distancia entre Oriente y
Occidente es una ilusión, somos la misma cosa, pero con modalidades distintas.
Lo que hay que entender es que está frontera no existe, pero mientras no seamos
capaces de hacerlo real fracasaremos.
Aquí irrumpe otra vez Giacomo
Casanova como ideal de ser humano que prescinde de la frontera.
Exacto,
porque decide deshacerse de ella, que no exista, y de este modo crea otro
mundo.
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