El lirismo de la minucia: 14 de
Jean Echenoz, por Jordi Corominas i Julián
Jean
Echenoz, 14, Anagrama, Barcelona, 2013
Traducción
de Javier Albiñana
Estamos
metidos de lleno en una era que rechaza el presente, engullido por la velocidad
que anula la solidez de las noticias y oculto por un cambio de dinámicas que la
mayoría se niega a comprender. El alud de célebres defunciones certifica el
adiós al siglo XX y coincide con la estúpida moda de conmemorar cualquier
aniversario, como si hubiéramos perdido la brújula y necesitáramos demostrar
nuestro conocimiento a través de la banalidad de la anécdota.
Dentro
de pocos meses se cumplirá una centuria del inicio de la Primera Guerra
Mundial, decisiva para sepultar la prórroga del Ochocientos e inaugurar
definitivamente una época revolucionaria de progreso y destrucción donde todo
se aceleró sin remedio. El asesinato de Francisco Fernando en Sarajevo fue la
excusa para activar un mecanismo que paralizó al Viejo Mundo hasta noviembre de
1918, cuando el agotamiento de recursos y la intervención norteamericana
decantaron la balanza para el bando aliado en detrimento de las potencias
centrales.
Si
les interesa el tema están de enhorabuena porque este conflicto que durante
mucho tiempo fue conocido como la guerra olvidada resucitará en 2014 como por
arte de magia. Asimismo es una suerte que el primer plato del que se prevé un
extenso menú sea una novela de Jean Echenoz, que tras su trilogía biográfica
abandona el retrato de la pequeñez de los gigantes, hombres geniales enfrentados
con un contexto empecinado en negarles, para adentrarse en una nouvelle donde
vuelve a mostrar su maestría para con lo minúsculo.
14
es, ante todo, y con ello casi resumiríamos su contenido sin necesidad de rizar
ningún rizo, una obra unitaria donde el lirismo inunda el conjunto mediante
minucias significantes de un día a día teñido de terror y anomalía por la
pólvora y la muerte. Ya desde el principio intuimos que la poesía de la
brevedad surcará el texto. El toque a rebato de las campanas anuncia una
desgracia que debía durar dos semanas, así lo piensa el optimista Charles,
altivo ante la modestia de su hermano Anthime, quien ve el futuro con negros
nubarrones de duración indeterminada. Ambos, enamorados de la misma mujer,
acuden a la oficina de reclutamiento junto a Padioleau, Bossis y Arcenel,
jóvenes de La Vendée que emprenden el camino hacia la batalla con un entusiasmo
ingenuo repleto de alcohol e incertidumbre.
Toda
guerra es un paréntesis matiza el contenido de sus extremos y apuntala la palabra
que ocupará su hueco. La de 1914 se pensó con tácticas antiguas y terminó por
ser el aperitivo a la modernidad con rasgos del Novecientos. Los aviones
surcaban los cielos sin metralleta y nadie esperaba ni gases ni trincheras,
símbolos de una inmovilidad absoluta mientras la técnica avanzaba hacia una
sofisticación letal que cambió el color del horizonte.
En
14, fiel reflejo inventado de un pasado real, los soldados son marionetas,
balas de una ruleta rusa. Los agentes exteriores tienen una potencia que escapa
al control de los peones, maniatados tanto en su campo de acción como por
circunstancias casuales que ejercen felices su baile de lo inesperado. Charles,
por poner un ejemplo, es el personaje más odioso porque dispone de todos los
parabienes posibles para que las bombas no le afecten. Tiene padrinos y evita
el gélido frente del norte para volar y sentirse libre. ¿Seguro?
Nada
lo es en esta nouvelle donde su autor afina la puntería porque la experiencia
es un grado y a cada libro que pasa sabe economizar mejor las palabras para dar
en el centro de la diana al primer intento. El menos es más sirve para que las
imágenes propuestas adquieran una resonancia increíble al no requerir más que
la esencia para proyectarse con claridad en la mente del lector, desde un paseo
a escondidas fuera del barullo hasta la genialidad de un amor que redime la
crueldad y es un canto optimista al mañana.
La
belleza de lo imprevisto contiene en su mecanismo la geografía concreta del
absurdo. No creo que Echenoz haya querido lanzar con 14 un alegato
antibelicista de primera magnitud. Su trayectoria siempre tendrá el fino hilo
de la observación que sin necesidad de juicio determina y emite veredictos
sutiles. Aquí están presentes con esa ausencia de ruido característica, con la elegancia
de quien sabe que ingredientes usa para dar al plato un sabor imborrable. Los
elementos cotidianos y las normas que los hombres se imponen cuando visten de
uniforme hablan de un desbarajuste donde la quiebra de la normalidad produce
monstruos desde un supuesto orden justo y necesario.
Para
narrar un drama no sirve ser lacrimógeno. Echenoz sabe que hasta lo más
excepcional se tiñe de rutina que es mera asunción del vaivén. Los personajes
de 14 se impregnan de esta filosofía y circulan por la superficie conscientes
que, con todas sus desdichas, la guerra terminará porque la rueda siempre gira
y hasta en una caja de zapatos nuestra especie sabe, o quiere, guardarse ases
en la manga para sorprenderse ante la adversidad de la monotonía, quizá el
verdadero enemigo, quizá el único muro que impide avanzar más allá de nuestras
trincheras mentales.
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